Estás últimas semanas he estado enfrentándome con mi poca habilidad para poner límites y con la culpa que siento cuando las pongo.
¿Me conviene publicar esto en esta gama donde se valora el mostrarse como el más arrecho en su respectiva construcción de marca personal (pura imagen y puro show)?
No.
Para nada.
Mostrarse vulnerable, empático, sensible y abierto muchas veces pareciera darle a otros la impresión de debilidad… o de intenso.
Pero a mí me genera lo opuesto. Si te cuento lo que me sucede, me siento más fuerte. Si te cuento y luego tú me cuentas, nuestro vínculo se fortalece. Yo no estoy aquí para crear imagen, estoy para conectar.
Volviendo al tema. Que broma con este tema de poner límites de forma sana. ¿Seré la única?
Gracias a dios tengo una comunidad tan especial de coaches para indagar ( @indelser_ ) y ayudarme a salir de de mi historia víctima “Es que mi infancia fue así y asao’ y por eso me cuesta”.
Ayer me di cuenta que la que no sabe poner límites es esa niña herida que existe dentro de mí pero adivina: 𝗾𝘂𝗲 𝘆𝗮 𝗻𝗼 𝘀𝗼𝘆.
A veces es tan simple como recordarme: “Hey, eres un adulto. Esa niña complaciente ya fue.”
Tomarse una ducha mental y sacarse el pasado es uno de los pasos. El otro está en darle a tu niña interior lo que no recibió.
Y lo último es práctica.
Así que si estás leyendo esto y te encuentras luchando contra algo que te cuesta mucho hacer y te están naciendo serias consecuencias de ello, recuerda que tienes el poder de elección.
Y que no eres el único. Todos estamos en la misma lucha. Algunos lo cuentan, la mayoría lo ocultan porque nos vendieron el terrible “fake it till you make it”.
Pero jamás te creas menos por eso que te está costando en este momento.